Hoy vengo con una breve reflexión sobre la primera clase de Fotoperiodismo que me dieron ayer. No os voy a aburrir con el (interesante) programa ni los (duros) criterios de evaluación. Quiero regalaros esperanza, porque es lo que la profesora M. González Gorosarri me transmitió a mí.
Seríamos menos de treinta alumnos mirando fijamente a una de las profesoras más jóvenes del departamento de Periodismo en la UPV-EHU. Ella se presentó y en vez de pedir que hiciéramos lo mismo nos pasó unas tablas con nuestros nombres y tres columnas vacías al lado: género con el que queremos que se dirija a nosotros, nombre (para los que no se sientan identificados con lo que pone en el DNI) y firma.
Se me puso el bello de punta. ¡No conozco a nadie que haya hecho algo parecido! No exajero, de verdad que no lo hago, cuando digo que me emocioné porque de pronto sentí lo comprendidas y respaldadas que se sentirán esas personas que tienen que luchar día tras día para que se les reconozca tal y como son.
Sin embargo no todo el profesorado de la UPV-EHU es así, esto ha
ocurrido porque entre otras razones, ella es joven y feminista y condena
(como vimos en clase) casos de homofobia, racismo, islamofobia y un
largo etcétera.
Esperanza. Eso es lo que me dio y lo que yo os quiero trasmitir. Hay personas como M. González que ponen facilidades para que todo el alumnado se sienta bien sin tener que dar explicaciones, ni tenga que hacer escritos, ni visitar millones de despachos para que alguien le trate de una manera justa.
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