Esta noche ha sido una de las noches más largas de mi vida. Sola. Fuera de casa. Con demasiadas cosas en la cabeza, por no decir en el corazón. Me encantan los momentos de soledad, siempre que sean por propia voluntad, como ayer. Pero ves pasar las horas y que un único momento bombardea tus sentidos, haciendo que tu corazón palpite demasiado rápido, y te agobias. Te tiemblan las piernas. Sientes frío y calor al mismo tiempo. Te encantaría gritar su nombre, sin miedo, pero no puedes. O no quieres. ¿Quién sabe?
Llevas toda la vida pensando en los demás, intentando tener todo bajo control. Pero esto se te escapa, y te llena de rabia, ¿verdad? Los sentimientos hablan por sí solos, lo que te desestabiliza por completo. Odias que la gente sepa algo más de lo que tú quieres mostrar pero frente a él no puedes hacer nada. Desistes. Te dejas llevar por unos segundos y cuando recuperas la conciencia, vuelves atrás. Sueltas su mano y sin mirar atrás te marchas asegurando que su mirada no te haga cambiar de opinión.
Gilipollas. Eso es lo que eres. Ni más ni menos. ¿Sabes qué es lo peor? Que tú lo sabes y no haces nada. Has necesitado una noche con él y otra una noche contigo misma para darte cuenta de que tú también eres humana, y tienes sentimientos como todo el mundo. Es imposible que sigas cerrando los ojos, negando la evidencia, cuando al tenerle delante tu sonrisa no se esconde.
De todas maneras te caracteriza la sinceridad, eres la defensora de ello. De hecho puedes contar tus mentiras con los dedos de una sola mano, pero la verdad más grande que tienes no puede seguir oculta en ti. Tienes que echarle valor y dar rienda suelta a los sentidos, dejando a un lado la razón, el pensar. Es cuestión de sentir. Nada más que eso.
¿No dicen que lo importante es jugar? Pues eso; da igual que ganes o pierdas. Lo importante es que necesitas soltar ese nudo, sin importar lo que pasará después.
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