lunes, 31 de julio de 2017

'Juana está en mi casa'


Suena la última canción de James Arthur en un bar, sonrío.
Dirijo mi mirada a la televisión y un grupo de hombres comenta el caso de Juana Rivas.
'Juana está en mi casa', leo en los carteles que lleva multitud de gente.
¡Joder!
Se me llenan los ojos de lágrimas, miro hacia el otro lado.
Huele a tabaco, la puerta está abierta.

Le pego otro trago al café y marcho, tarareando la última canción de James Arthur.
Me tropiezo con algo invisible.
Me enfado.
Me duele el dedo meñique del pie izquierdo.

Miro al frente y veo una mujer con su hijo.
O eso creo.
Sonrío, el pequeño le mira de una forma muy especial.
Ella también me sonríe.
O eso creo.

Me dirijo a la parada de bus.
Me impaciento porque tarda demasiado.
Y de pronto vuelve Juana Rivas a mi mente, haciendo que se me ponga el bello de punta.
Juana, haciendo que mis ojos se llenen otra vez de lágrimas que esta vez consiguen derrapar por mis mejillas.

He necesitado tomar un café,
escuchar una canción preciosa,
oler a tabaco y tropezarme con algo que no conseguí ver para ser consciente de que esa mujer no puede subirse a un bus con sus hijos.
Ni puede tomarse un café en un bar.
Ni puede sonreír al escuchar su canción favorita en la radio.
O eso creo.

Juana tiene que huir para que un maltratador no le arrebate a sus hijos.
Juana tiene que huir para salvar su vida y la de sus propios hijos.
Juana tiene que huir, sin más, porque un maltratador no puede ser buen padre.
Y eso no lo creo, lo sé.

Mientras tanto seguimos tomando café en los bares,
tarareando canciones,
tropezándonos y levantándonos porque nosotros sí podemos.
Pero, ¿Juana?

'Juana está en mi casa'.




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