SEXTO CAPÍTULO:
Llegó al barrio de Ana, donde algunos niños correteaban bajo las atentas miradas de sus madres.
Allí se encontraba la suya, sentada en el banco, moviendo las piernas algo nerviosa.
Martina inspiró fuertemente, expulsó todo el aire y se acercó a su madre.
-Hola Ana - le dijo tímidamente mientras posó la mano en su hombro-.
-¡Hija, ya estás aquí! -exclamó-. Tenía muchas ganas de verte, me tenías preocupada. Te veo...Te veo muy delgada.
-Han pasado muchas cosas.
-Lo has dejado con la chiquita esa,¿verdad? Me he enterado por las vecinas. Creo que ya es hora de que empieces a hacer las cosas bien. Estás cayendo en picado desde que te fuiste de aquí.
-Si hemos quedado para que me digas las tonterías de siempre me voy; luego no te quejes porque no haya querido verte en ocho meses. Lo que estoy viviendo es muy duro, y mejor que yo no lo sabe nadie. Sé que estoy ahogándome en un puto pozo. Lo sé. Sé que te he hecho daño, que te he preocupado. También lo sé.
- No solo a mí cariño. A tu padre también le tienes preocupado. ¿No lo entiendes? Nosotros queremos lo mejor para ti, y no dejas que te ayudemos. Todavía no sé porque has desaparecido todo este tiempo, no lo entiendo. Quiero que vuelvas a casa, que salgas de donde te has metido. El amor lo encontrarás, todavía estás a tiempo.
-Tú no entiendes nada. No sabes nada. Eres demasiado tonta para descubrir el motivo por el que me fui, ¿verdad? Pregúntale a tu marido lo que pasaba en casa cuando trabajabas de noche. ¡Dile que te lo explique! - gritó mientras se alejaba del banco-.
Martina llegó temblando a su piso.Se tumbó en la cama, se tapó con el edredón y cerro los ojos. Fuerte. Muy fuerte.
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