TERCER CAPÍTULO:
La fuerza que les unía era tan grande que prefirió perder su trabajo, antes que...
Besarla por última vez.
Dejar de sentir su aliento en el cuello.
La profesora se alejó del instituto con la cabeza agachada mientras cientos de curiosos la miraban, haciendo el camino que recorría diariamente, fuera lo más tenso posible. Estaba nerviosa; todo el pueblo se había enterado del romance que mantenía con su alumna y las consecuencias no tardarían en llegar.
Perdió su puesto de trabajo. Su reputación. El respeto. La ética. La moral. La profesionalidad. El sentido común.
Perdió tanto, que al encontrarse con los labios que decenas de noches hicieron que estremeciera, no pudo contener alguna que otra amarga lágrima.
La joven mantenía la mirada fija. Fría como el hielo y sin desperdiciar el tiempo en pestañear. Sudada, temblando, consiguió articular alguna que otra palabra:
-Lo siento, Martina. Siento que hayas perdido el curro, que todo el pueblo se haya enterado de lo nuestro. Siento que tus fantasías te hayan costado tan caras.
La profesora no daba crédito a lo que estaba escuchando y la cara le ardía mientras que sus músculos se tensaban.
-Siento que este juego termine así. Sé que no soy el tipo de chica que necesitas, ni el que te conviene. Pero también sé que te vuelvo loca y que harías lo que fuera por mí, ¿verdad Martina? - preguntaba con arrogancia la joven-.
-¡No sé cómo he estado tan ciega! -gritó desesperada la profesora-.No sé cómo he podido caer en tus redes, en tus sábanas y entre tus piernas. Así que para ti esto ha sido solo un juego, ¿verdad? Pues verás cómo juego yo de aquí en adelante. Te vas a cagar. Y aprenderás a reírte de quien yo te diga, ¡porque una niñata como tú no me va a hundir la vida!
Con un portazo Martina dio por finalizada la etapa más bochornosa de su vida. Se despidió de los besos, las caricias, las locuras... Pero abrió la puerta a la desesperación, al despecho y a la venganza.
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