DÉCIMO CAPÍTULO:
Sonó el despertador, y Martina odió lo habido y por haber. Esa noche de jueves no pudo dormir nada "gracias" al mensaje que recibió en el teléfono móvil.
No podía creer que aquel mensaje en general, y la propuesta de cena improvisada en particular, le hubieran quitado el sueño.
Inquieta. Así se definiría el estado de Martina. Tenía dos opciones: contestar, o ignorar el mensaje. Si lo contestaba, tenía otras dos opciones: aceptar o denegar la invitación. Si lo ignoraba...Puede que todo le resultara más fácil.
"No contestaré al mensaje" repetía por los pasillos de su desordenado apartamento. No se lo creía ni ella misma, porque en el fondo conoce sus debilidades, y termina respondiendo.
"
Hola! No me he ido del país, aunque puede que hubiera sido la mejor solución. Me va todo genial, espero que a ti también. Sinceramente no me apetece volver a verte, creo que volveríamos a cagarla. De todas formas, te mando un beso!"
Mentira. A Martina no le va genial.Y tampoco se lo desea a nadie. Se muere por volver a verla.
Hoy le apetece arreglarse, cosa que hacía semanas no le ocurría.
Elige el vestido más escotado que tiene en el armario, unos taconazos, y directa a la peluquería. Quiere cambiar de look, se quiere sentir guapa y atractiva. Como antes.
Su problema es que si alguien no le repite todas las mañanas lo bella que es, no se lo cree. Y hace tanto que nadie le dice algo parecido...
Increíblemente, se siente preciosa y con paso firme se dirige al Pub del pueblo, a ver si puede llamar la atención de alguna mujer. O de un hombre, ya no le importa.
Siente que todos los allí presentes la miran. Incluso un par de jóvenes que se encuentran en la barra murmuran sobre ella.
No se siente cómoda, pero decide quedarse allí, para provocar a los hombres. Le gusta gustar, sentir que la desean. De pronto nota la mano de alguien en su cintura, y vuelve la cara para saber quién es.
-¡Quita la mano de mi cintura, idiota! A ti te pone que te digan que no, ¿verdad?