Las voces mentían y las miradas traicionaban.
Sí. Así es. Él la admiraba tanto, que temía perderla y no resultar lo suficientemente bueno para ella. Ella lo adoraba tanto, que temía no conservarlo a su lado al sincerarse con él.
Ninguno de los dos fue sincero, pero ambos eran conscientes de los sentimientos que nacieron el mismo día en que se conocieron.
Aquel pequeño bar fue testigo de la historia de amor que nunca ha sido contada.
Se respetaban y se querían. Habría sido cuestión de besos el hecho de amarse a gritos.
No tuvieron valor para luchar y prefirieron engañarse actuando a ser amigos. Pero la vida es así...
Ella se marchó sin explicaciones. Él la intentó olvidar acariciando otros cuerpos, pero no lo consiguió.
Hace algunos días que se vieron, y sus miradas tienen luz. Empeñados en negar lo evidente, le dan razones al destino para que algún día, el menos esperado, la voz siga los pasos de los ojos.
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