viernes, 27 de diciembre de 2013

Nudos.



Esta noche ha sido una de las noches más largas de mi vida. Sola. Fuera de casa. Con demasiadas cosas en la cabeza, por no decir en el corazón. Me encantan los momentos de soledad, siempre que sean por propia voluntad, como ayer. Pero ves pasar las horas y que un único momento bombardea tus sentidos, haciendo que tu corazón palpite demasiado rápido, y te agobias. Te tiemblan las piernas. Sientes frío y calor al mismo tiempo. Te encantaría gritar su nombre, sin miedo, pero no puedes. O no quieres. ¿Quién sabe?

Llevas toda la vida pensando en los demás, intentando tener todo bajo control. Pero esto se te escapa, y te llena de rabia, ¿verdad? Los sentimientos hablan por sí solos, lo que te desestabiliza por completo. Odias que la gente sepa algo más de lo que tú quieres mostrar pero frente a él no puedes hacer nada. Desistes. Te dejas llevar por unos segundos y cuando recuperas la conciencia, vuelves atrás. Sueltas su mano y sin mirar atrás te marchas asegurando que su mirada no te haga cambiar de opinión.

Gilipollas. Eso es lo que eres. Ni más ni menos. ¿Sabes qué es lo peor? Que tú lo sabes y no haces nada. Has necesitado una noche con él y otra una noche contigo misma para darte cuenta de que tú también eres humana, y tienes sentimientos como todo el mundo. Es imposible que sigas cerrando los ojos, negando la evidencia, cuando al tenerle delante tu sonrisa no se esconde.

De todas maneras te caracteriza la sinceridad, eres la defensora de ello. De hecho puedes contar tus mentiras con los dedos de una sola mano, pero la verdad más grande que tienes no puede seguir oculta en ti. Tienes que echarle valor y dar rienda suelta a los sentidos, dejando a un lado la razón, el pensar. Es cuestión de sentir. Nada más que eso. 

¿No dicen que lo importante es jugar? Pues eso; da igual que ganes o pierdas. Lo importante es que necesitas soltar ese nudo, sin importar lo que pasará después.


jueves, 26 de diciembre de 2013

Todo y nada.




Prometo que nunca más volveré a negar lo evidente. Que nunca me mentiré a mí misma. Que asumiré mi gran error, el que todavía hoy estoy pagando.
Sé que si hubiera sido sincera, esto no estaría pasando. Pero el miedo vence. Siempre me vence.

Hacía tiempo que no escuchaba mi nombre en tu voz. Y mis oídos lo echaban de menos. 
Hacía tiempo que mi cintura no era rodeada por tus brazos. Ni mi cuello sentía tu aliento. 
Ahora que todo esto ha pasado no puedo seguir mintiendo, ocultando, simulando que no pasa nada. Que ni siento, ni padezco.

Estoy harta de evitar tu mirada. Harta de sonreír cuando ya te has marchado. Cansada de imaginarme caminando a tu lado. Cansada de todo y de nada. 

martes, 3 de diciembre de 2013

'Cierra los ojos'.

DECIMOCUARTO CAPÍTULO:

Martina llegó a casa mientras que las palabras de aquel hombre no la abandonaban. Estaba nerviosa, sentía mariposas en el estómago, cual adolescente enloquecida. Sentía las manos sudorosas y muchas ganas de abrir la puerta y volver a refugiarse entre sus brazos. La mente y el corazón estaban en plena guerra, y no sabía por quién dejarse guiar.  

Él se quedó mirando al mar, decepcionado por no hacer podido retener a Martina. Pero unas suaves manos le sorprendieron por detrás, y su bello se puso de punta. Al girar la cabeza se encontró con los preciosos ojos de ella, Martina, y la besó lento y suave.

-Me alegra que hayas vuelto. 
-No vuelvas a hacer eso. Me has robado un beso, ¡coño!-dijo ella-.
-Pensaba que al regresar querías que yo cuidara de ti. Pensaba que me estabas dando la oportunidad de quererte. De protegerte.
-Pues no pienses, ¡joder! No tengo ni idea de lo que quiero, solo sé que desde que te vi algo en mí ha cambiado. Y eso me asusta, ¿vale? No sé si quiero darte una hostia o comerte a besos. No sé si quiero dormir contigo o seguir soñándolo. 
-Haz lo que te apetezca. Lo que sientas. Deja de pensar todo lo que hagas. ¿Sabes que en la vida no hay instrucciones? Tienes que apostar, jugar y arriesgar. No te garantizo que siempre vayas a ganar, pero lo que te aseguro es que tampoco perderás constantemente. 

Martina miró hacia el suelo, le temblaban las piernas. Él no le quitaba la mirada de encima.
-Ya no sé que más decirte, Martina. Tú tienes la última palabra.
-Si supiera algo de ti...¡No sé ni tu nombre!
-Me llamo Hugo.
Hundió sus manos en la arena, para evitar que el temblor se notara y se fundieron en el beso más húmedo, y apasionado que jamás Martina había regalado a un hombre.


lunes, 2 de diciembre de 2013

Diciembre.

En un abrir y cerrar de ojos ha llegado diciembre. Y lo odio. Lo odio con todas mis fuerzas.

Existen diferentes maneras de sentir este mes. Hay personas que disfrutan viendo las ciudades totalmente iluminadas. Yo, en cambio, me agobio al pensar en el gasto de electricidad tan absurdo que cometemos. Hay personas que disfrutan comprando regalos. Regalos (absurdos) que no nos hacen falta.

Porque vamos a ver, ¿qué se supone que es la Navidad? ¿Comprar, gastar, comer, beber y mentir? Eso es lo que hacemos, y por eso lo odio.

Puede que hace cientos de años existiera el verdadero espíritu navideño, pero dudo que alguien se conforme con sentarse al lado de sus seres queridos y celebrar el nacimiento de Jesús.

La Navidad actual se basa en alimentar una mentira, en hacer regalos con el fin de ser felices. ¿Y es que nadie se da cuenta de que la felicidad no se compra?

Joder, estoy segura de que sin lucecitas, villancicos, regalos y turrón no amaríais tanto esta época. Así que podéis llamarlo Navidad, pero en el fondo, no amáis en significado puro, sino todo lo material que ello arrastra.