lunes, 26 de junio de 2017

Ojalá fuese ficción

                                          Fotografía de Yolanda Gibaja

Hoy he conocido a un chico asquerosamente guapo. No digo as-que-ro-sa-men-te porque fuera el chico más guapo que mis ojos hayan visto sino porque dos características que le definen son la de asqueroso y guapo. Me explico: a las doce y pico me dirigía (sola) hacia casa cuando un chico asquerosamente guapo me interrumpe el paso poniendo su bici delante de mí. Pienso que se le ha podido caer algo o que está perdido pero no, me mira y dice lo siguiente:

- Si quieres te puedo llevar conmigo.

¡Qué detalle! Ese "si quieres" significa que si quiero sí, y si quiero no. Vamos no me jodas.

Él sonríe y la gente que pasa por nuestro lado seguramente cree que nos conocemos, que somos amigos. Pero no.

-Vas a llevar tus huevos- respondo. 

Una señora me mira con asombro, pensará que soy una maleducada y desagradecida. Y le doy más razones para que piense lo mismo (o peor).

-No te creas que dejas de ser un cerdo asqueroso por llevar traje impecable, ser joven y montar en bicicleta. 

Esas palabras cargadas de odio han salido de mi boca, sin pensarlas. ¡Y qué orgullosa me siento! La cara del asquerosamente guapo (asqueroso + guapo) era un auténtico poema. La gente miraba porque la verdad, he elevado el tono. Me ha parecido increíblemente divertido ver cómo no se esperaba mi respuesta. Estará acostumbrado a que las chicas, cuando alguien te aborda por la calle, nos asustemos, e incluso haya veces en las que sonriamos y sigamos nuestro camino como si nada hubiera pasado. 

No, ya no. ¿Qué le hace pensar a un chico joven, al ver a otra chica joven, que puede interponerse en su camino y proponerle llevarle consigo? Y la gente que nos ha visto, ¿por qué me miraban a mí como si fuera yo la acosadora y él la víctima? No lo entiendo. 

Si esto me llega a pasar hace unos años, no le hubiese dado importancia e incluso pudiera pensar que le he hecho "gracia" al chico y por eso se ha acercado. Por suerte mi conciencia, mi perspectiva, mi punto de vista y mis valores han evolucionado y la misma situación la interpreto de diferente manera: un gilipollas que se cree superior a mí (y a todas) me ha abordado por la calle para proponer si me quiero ir con él y lejos de asustarme y sonreír de manera nerviosa me he quedado quieta y trasladado lo asqueroso que me parece. 

Imagino que las mujeres que me estéis leyendo habéis pasado por alguna situación similar y desconozco si estáis en el nivel uno, que podría ser salir corriendo (metafóricamente), sin contestarle y haciendo que él se quede satisfecho porque ha conseguido incomodarte o por el contrario, puede que ya estés en el nivel dos y seas tú quien incomode a él para que aprenda que a las personas que caminamos por la calle se nos deja tranquilas. Que las mujeres no existimos para que nos miren, para que nos propongan cosas ni para que se sigan sintiendo superiores a nosotras. Nunca lo fuimos, y nunca lo seremos. Hay que hacerlo saber, chicas.

Por cierto, eran las doce y pico del mediodía. Flipante, ¿verdad?

lunes, 19 de junio de 2017

Diez contradicciones mías

Yo misma haciendo una peineta en una escursión de la ikastola 

Me agobia tener que montar en tres buses para llegar a casa pero reconozco que es mi transporte favorito.

Me encanta el pelo corto aunque yo lo llevo por la cintura.

Odio que alguien se muerda las uñas y yo llevo años intentando dejarlo.

En invierno me gusta el calor y en verano, lo odio.

Me pone muy nerviosa escuchar la música de cascos ajenos pero yo los llevo al máximo.

Todavía no tengo los títulos oficiales de euskera e inglés y reconozco que son imprescindibles.

No me gusta Risto Mejide pero le sigo en todas sus redes sociales.

No me gustan los tatuajes en color y el próximo que me haga va a llevar algo rosa.

Soy una miedica pero adoro ver películas de terror cuando estoy sola en casa.

Soy atea pero de mi cuello cuelgan una señora con un bebé (la Virgen María con el niño Jesús) y un señor con el mismo bebé ( San José con el niño Jesús, creo).

Me enfada que la gente se contradiga aunque en menos de cinco minutos haya encontrado tantas contradicciones mías.

Todas y cada una de las personas que conocemos, o conoceremos, son el resultado de lo que fueron y los rayos de luz de lo que serán. Yo, como podéis observar, he encontrado más de diez contradicciones cotidianas que me acompañan día tras día y solo he tenido que pararme a pensar. Están ahí, sin hacer ruido, quietas. Están ahí y el resto del mundo se da cuenta.

¿Pero a quién le importa eso?

Los pequeños detalles como mis uñas asquerosamente machacadas, las medallas del cuello, mis quejas sobre la temperatura que haga etcétera es lo que me distingue del resto. No desprecies tus contradicciones, ni tus manías, ni tus fallos. Nos amarramos a las virtudes, a los logros, a nuestras aptitudes en algo y a veces nos olvidamos de que realmente lo que nos hace especiales es eso, las contradicciones.






lunes, 12 de junio de 2017

Me ha parecido verte



Torrevieja, verano 2016

Me ha parecido verte.
Hoy.
Por suerte no eras tú
o por desgracia,
yo qué sé.

El problema es que 
no te he visto.
Bueno, el problema
sería verte.
O que me vieras.
Que nos viéramos, 
en definitiva.

Seguro que tú 
me has visto pasar
algún día. 
¿Sola?
¿Acompañada?
¡Qué más dará!

Me pregunto si me habrás confundido.
Con otra, claro.
Si te habrás girado para
evitar mi mirada, 
o si por lo contrario
has clavado tus ojos en esa
que no era yo,
esperando mi mirada. 

Bueno, qué más dará.

lunes, 5 de junio de 2017

¡Os cuento una tontería!

                                                     Fotografía de YOLANDA GIBAJA

Hoy es uno de esos típicos días en los que no tengo nada interesante que contar, o eso creo. Ha sido una de esas típicas tardes de salir a tomar el sol, echar un par de tragos, comprar gominolas y poco más, eso creo. Pero la verdad es que también he hecho la compra semanal, he puesto una lavadora, he calentado un táper de mi amama para no tener que cocinar y he caminado durante cuarenta minutos. Ahora que lo pienso, también he ido al banco y pagado el alquiler; he llenado una bolsa de plásticos y los he reciclado y he conocido el lugar donde los próximos dos meses intentaré ejercer de periodista. Sí, por fin mantendré el primer contacto con la profesión a la que tanto respeto (y algo de miedo) le tengo. 

Lo que ha terminado por ser un día típico se ha convertido, despiezándolo, en un bonito día. Y es que, con todo esto, lo único que os vengo a decir es que todas las personas tenemos algo interesante que contar siempre, todos los días. Normalmente ponemos la televisión a la hora de cenar con nuestra familia, compañeros de piso o pareja y dejamos pasar un momento que podría ser enriquecedor: contar a quién has conocido, con quién te has cruzado en el portal, qué has aprendido en el trabajo, qué canción nueva has descubierto en la radio, o cualquier tontería. 

Llevo ya cuatro años contándoos mis tonterías, inventándome historias de ficción, intentado escribir poesía, colgándoos mis reportajes u opinando sobre lo que me mueve el alma. Cuatro años interrumpidos porque, como todas las cosas en la vida, hay días, semanas o incluso meses mejores que otros y no siempre se tienen ganas de contar cosas, y menos de hacerlas públicas. Sin embargo yo no puedo estar más contenta de sumar cada día más contenidos y visitas al blog y eso, sin duda, es por todas las personas que me leéis a través de la pantalla que nos separa. Gracias, mil gracias. 

Y no olvidéis, cuando os sentéis con las personas que compartís cama, casa, trabajo, clase o asiento de bus contad lo que os ocurre, explicad lo que os mueve por dentro porque nos interesa saberlo, aunque sean tonterías.