lunes, 17 de abril de 2017

¿Amar a dos personas a la vez?

Una vez más me tengo que comer mis propias palabras, ¡y sin patatas!


Han pasado tres años desde que Ekain, mi sobrino, nació. Tres años desde el momento en que, con solo ver su carita, me hizo entender que había estado confundida: sí se puede amar a dos personas a la vez. Yo, sinceramente, nunca imaginé que todos los nuevos sentimientos que Unai, mi ahijado y primer sobrino, hizo que florecieran en mi barriga, en mis ojos o en mis manos se pudieran multiplicar, sin dividirse.


Pensaba, tonta de mí, que una persona no puede querer a otras dos sin que haya una mínima diferencia en el trato, por ejemplo. Y eso que mi madre y mis abuelas bien me explicaban que al primer hijo, al segundo y al tercero se les quiere igual. Yo, por supuesto, no me lo creía y aunque todavía tenga alguna duda Ekain parece que ha llegado a este mundo con la función de pisotear esa idea mía. Lo está cosiguiendo y sin saberlo.

Sus rubios rizos, su nariz chata y esos ojos que hablan más que cualquier boca hacen que mis días tengan momentos inolvidables. Es el niño más cariñoso que conozco, el que junto a su hermano me dice que me quiere mucho sin pensarlo, quien se agarra a mis piernas cuando quiere qu me quede un ratito más con ellos.


Sí, me tengo que tragar todas mis palabrs porque sinceramente pensé que un segundo bebé en la familia dividiría la atención y el amor que ya le teníamos a Unai, y me confundí. Se multiplicaron los purés, los regalos, las chuches, las fiebres, los dibujos, los besos, los "tia maitetzut", todo.

Ekain y Unai son puros, son niños, son ilusión, inocencia, futuro. Son el motor de muchas vidas, la energía, el impulso e incluso la razón y la respuesta a muchas preguntas.


Ekain cumple tres añitos dando amor, dando vida. Gracias Maider y Nuno por hacerlo tan bien y tener dos preciosos hijos.

Zorionak, Ekaintxo.

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