domingo, 7 de julio de 2013

Vacía.

Así es como me siento: vacía. Solo han pasado nueve horas desde que le vi partir, y ya le echo de menos.

Ha sido la despedida más bonita y dolorosa de los últimos años. Aunque me haya dicho que me quiere y que soy la tía más guapa del mundo, no ha conseguido hacerme sonreír. Unas lágrimas se han paseado por mis mejillas, y él le preguntaba a su madre, que por qué estaba triste, si se van a la playa.

Un niño de tres años no entiende que su tía, la que le cuida noche y día, llore porque se va de viaje.
Yo, al igual que él, no me entiendo. No comprendo que sea tan dependiente de su sonrisa; tan dependiente de sus 'culo gordo' ,'tonta', 'tia-amatxo', 'prexioxa'...

Me hace inmensamente feliz tener el cariño del ser más maravilloso del mundo, que apareció en mi vida para levantarme todos los días de la cama y dejar de esconderme en el camarote, para evitar ir a la escuela.

Os sonará cursi, pero...
Me hace sonreír. Reír a carcajadas. Llorar de felicidad y algunas veces de impotencia. Hace que me enfade por segundos, y que sea feliz por horas. Me besa, me abraza, me muerde y acaricia.

Es el hombrecito de mi vida, el que le da sentido a todo lo que hago.
Soy como soy porque mi deseo es que cuando sea lo suficientemente mayor como para entender las cosas, esté orgulloso de su madrina, su tía, su protectora, su todo.

Eso es lo que quiero; ser para él, lo que es para mí.
No me importa admitir que dependo de él, que me siento pequeña y vacía si no le tengo paseando de mi mano.

Es un amor incondicional, para toda la vida.
¿Y qué más me da sentirme vacía por unos días, si cuando vuelva me sentiré la mujer más feliz del mundo entero?

Vacía.Sí,vacía hasta que vuelva.

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